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viernes, 20 de mayo de 2011

La campaña se animó, pero por los indignados

Artículo publicado para Vega Media Press.

Seamos sinceros. Sin desmerecer a ningún candidato ni candidata, en nuestra Región hemos vivido una campaña electoral bastante pobre. Pobre por falta de emoción en lo que a probabilidades de cambio de gobierno se refiere, de acuerdo con unos sondeos que reflejan distancias abismales entre partidos. Pero pobre también porque apenas se ha hablado de programas, ni de propuestas, ni de soluciones y, en general, hemos escuchado pocas ideas nuevas. Tampoco ha habido debates entre los principales candidatos. Además, los grandes mítines se demuestran cada vez más desfasados como canal de contacto con el votante y se quedan en meros actos de militantes que tienen escaso efecto social fuera del pabellón, hotel o plaza de toros en los que se celebren. Por si eso fuera poco, lo que pasó desgraciadamente en Lorca (y seguirá sin resolver hasta que todo el mundo esté de nuevo en casa, no nos olvidemos) ni que decir tiene que ha cambiado mucho el ambiente previo a la llamada ‘fiesta de la democracia’, es decir, la jornada de elecciones municipales y autonómicas que nos toca. Después de lo sucedido en Lorca, la campaña no se podía continuar como si nada hubiera pasado. Se retomó, pero teniendo a las víctimas y a los afectados por el terremoto muy presentes.

Cuando parecía que ya solo teníamos que esperar hasta el domingo y cumplir con el trámite de ir a votar, las manifestaciones que se han venido realizando desde el 15 de mayo y que han generado acampadas en el centro de ciudades de toda España han animado inesperadamente la campaña electoral en su tramo final, eclipsando incluso la agenda de campaña de los partidos. La movilización de un sector joven de la población que se ve sin futuro ha superado las expectativas iniciales y ha creado el germen de un movimiento mucho más amplio y diverso. No tiene una única voz pero la mayoría de los movilizados coinciden en que son necesarias mayores cuotas de democracia, más allá de la periodicidad de las convocatorias electorales, y soluciones urgentes a los problemas de los ciudadanos, principalmente el desempleo y la pérdida generalizada de calidad de vida. La verdad es que dada la situación política y económica que vive nuestro país ya iba siendo hora de que alguien protestase con energía ante estas realidades.

Sin embargo, es pronto para hacerse ilusiones. Todavía falta por ver si la protesta sirve solo para que los políticos actúen apagando el fuego y se cuelguen las medallas de responder a las demandas de la población o si sirve para que la ciudadanía tome definitivamente el poder. El movimiento está aún sin consolidar. Habrá que seguirlo de cerca para ver cómo evoluciona y ver si es capaz de conservar su naturaleza de corriente crítica. Primero, habrá de comprobarse que la protesta va más allá de un calentón pasajero. Luego, habrá de demostrarse que los que han iniciado esto saben mantenerse en su sitio y aguantan los pulsos que les echen. Si los individuos pierden el control del movimiento y este se instrumentaliza por los grupos de siempre, entonces se escapará una buena oportunidad para mejorar el funcionamiento de nuestra democracia y conseguir que se adopten medidas como la reforma del sistema electoral, la limitación de los mandatos, sistemas de transparencia política y de democracia directa, etcétera.

En cualquier caso, lo que a mí como ciudadano me preocupa más es que este movimiento de los indignados, la ‘Spanish revolution’, pone de manifiesto el deterioro de la política en nuestro país y la carencia estructural de nuestro sistema político para que se emprendan reformas democráticas de calado dentro de una normalidad y sin la necesidad de llegar a este tipo de situaciones. Las campañas serían mucho más bonitas y animadas si la relación de los ciudadanos con los políticos y con el sistema de gobierno fuera un tema mucho más habitual en el debate político así como en los programas electorales. Y nos iría bastante mejor si el desarrollo de nuestra ciudadanía no fuera sólo el último recurso al que recurrimos cuando ya nos vemos sin salida ante problemas que se vienen arrastrando desde hace ya tiempo.

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